miércoles, 1 de febrero de 2012

Que las pequeñas alegrías ni se compran ni se venden.


A veces sucede que crees que lo tienes todo bajo control y está tan bien puesto todo en su sitio que al mínimo roce o giro inesperado salta de golpe sin poder parar ni una sola pieza.
Ideas, sentimientos rebotando contra la pared.
Gente que se va, a esas no ves ni que se están yendo de la velocidad que llevan.
Momentos que se desvanecen, y recuerdos ya olvidados reaparecen, esos que escondiste en lo más profundo del engranaje para nunca verlos más. Si, esos.
Miedos que creíste que estabas superando, y que realmente están a flor de piel (como siempre).
Y te sientes estúpida por pensar que todo iba a girar perfectamente sin caer en ninguna piedra, bache o grieta. Estúpida.
La parte buena de todo esto es que empiezas a valorar lo que tienes.
Te tomas la vida con otro tipo de filosofía, viendo la parte buena. Que para la mala ya habrá tiempo.
Conoces realmente quién es la gente que está ahí, que por mucho que joda siempre es diferente a la que te esperabas que estuviera (aunque otras personas siempre están).
Yo personalmente tengo dos pilares fundamentales: mini Olga y Patricia, por muchas peleas que hayan.
Y que siga así.

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