miércoles, 1 de febrero de 2012

¿Habéis escuchado alguna vez la canción de extremoduro que dice "me da miedo el punto muerto y la marcha atrás, vivir en los atascos"?

Bien, pues a mí me da miedo cuando la gente se aleja sin decir nada.

Odio las despedidas.
Toda clase de despedidas, incluso cuando me despido de mis padres para irme a clase, a dar una vuelta o de fiesta. Toda clase de despedidas, repito.
Pero más aún las despedidas en la estación, con maletas y miles de cosas que decir a última hora. Cómo que te quiero, que te enviaré sms, que te voy a echar de menos, que te cuides, que eres mi verano, que..
Demasiadas cosas a última hora, y más que se acumulan en la boca cuando te veo subiendo al autobús, ese que nos va a separar y que va a hacer que no sepa de ti hasta dentro de 8 horas. ¡Que putada!

Pues eso, que odio las despedidas. Pero me alegro de que después de una despedida llegue a mi casa desanimada y tenga a mi hermana esperando para decirme de dar una vuelta, comprar chuches, cocacola e irnos a la playa a pasar la tarde juntas. Así si que se me alegra después de una despedida. Y todo, sin saberlo ella, ¡que cosas!

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