Lo peor de todo esto es que
llevo demasiado tiempo dándole vueltas. ¿Por qué no podría ser de esas personas
que no necesitan pensar las cosas mil veces, que no necesitan tener todo
calculado, que no buscan fallos en todo? En todo.
Tampoco creo que yo tenga la
culpa de todo, ¿no?
Lo que ocurrió, fue porque tenía
que ocurrir, y las personas se cansan. Por cruel que parezca.
Un camino largo, lleno de
pensamientos y recuerdos que invaden tu calle, y las mil siguientes.
Y aquí estamos, mi orgullo y yo
esquivando a esa multitud.
Entonces miras al cielo, y “puaf”
al suelo.
Ahí tirada es dónde peor se
piensa.
Manos a la cabeza, y cabeza
entre las rodillas.
Entonces lo recuerdas los “te
echo de menos” y a ti, gilipollas.
Me levanto, y miro hacia atrás,
ahí están todos amontonados, como un sábado por la mañana de rebajas esperando
a que abran las puertas.
Error por error.
Pero aquí estás tú, y si todo
eso (mirando hacia atrás) me ha llevado a ti, ¿Por qué han de ser errores? ¿Por
qué no se hicieron bien en su momento? Quizás. Pero de errores se aprende, y yo
debo ser una persona muy, muy, inteligente (sino no me explico.)
Ni el bucle de tu habitación te
salva de esta, Olga.
Te cagaste de miedo, te
cansaste, te peleaste, diste moneda por causa perdida, te soltaste, te
agobiaste.
Y de pronto, el verano.
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